Por Pedro Joaquín del Rey
Si bien nunca con la suficiente robustez y celeridad, se siguen dando insistentes, irreductibles e imparables pasos hacia las metas del antimachismo y la anticosificación y antiexplotación de la mitad mayoritaria de la población, no habiéndose logrado todavía (tampoco, claro, fuera de la esfera audiovisual) que enumeremos idéntica cantidad de integrantes de un género y otro (ocurre en occidentales y no occidentales contextos, más acusadamente en los segundos) trabajando en la función de cineasta, y usamos el substantivo cineasta con significación no restrictiva, o sea, no con el propósito de referirnos de exclusivo modo a quienes ocupan puestos en la realización o la redacción de guiones, sino que no debemos obviar los muchos desempeños que existen dentro de los ámbitos peliculescos, televisivos y platafórmico-digitales, es decir, en la industria de los espectáculos del ecrán destinados a no pequeñas audiencias y diferentes a las computables en dinámicas tipo redes sociales y similares (extendámoslo a los oficios de la investigación y transmisión [académica o para amplio público] del saber [ahí incluimos la información y opinión sobre el séptimo arte y la hertziana caja en publicaciones variadas] y a los del archivismo y rescate y restauración de obras en cinematecas y afines entidades de conservación y preservación).
La lucha femenina y feminista desplegada en las manifestaciones estéticas, sin desentenderse de las experiencias en las que se mueven la totalidad de los seres hablantes de cualquier sexo o género, alienta los contenidos y creciente resonancia del certamen de las líneas de entre manos, celebrado en su recién finalizada edición (patrocinada por Sidras Maeloc y apoyada por el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad de Madrid, la Fundación Telefónica y el Instituto de las Mujeres) entre el 29 de octubre y el 10 de noviembre, obligado evento que ya, con admirable pujanza, ha alcanzado una puntera consolidación, así que a continuación emprendemos un humilde recorrido por lo más sensacional de lo que se ha disfrutado durante unas jornadas auténticamente estimulantes, enriquecedoras y (por simultaneidad de las proyecciones) no abarcables ciento por ciento (ojalá dispusiésemos de horas y espacio sin límites para glosar de manera archidetallada cada uno de los filmes a recordar, en verdad no exceptuable ninguno).
La inauguración (una apertura en la cual la crítica y autora de libros Nuria Vidal, pluma veterana en medio de un territorio copado por varones, recogió el habitual y anual premio del festival homenajeador a toda una carrera) se iluminó con Chuck Chuck Baby (Janis Pugh, Reino Unido, 2023) (un curioso, peculiar y agridulce musical [pero optimista y con feliz conclusión] de ambientación fabril y barrial que cantarinamente nos melo-introduce en el retomamiento del amor entre una obrera de una factoría de envasado de pollos y su retornada exnovia), y en la clausura se pudo ver Las chicas de la estación (Juana Macías, España, 2024), contundente y naturalista (ajena a cualquier concesión) recreación inspirada en unos sucesos acontecidos en Mallorca en 2020 (uno de los más singulares largometrajes de la actual temporada en nuestro país, con estreno el 22 de noviembre), cuya mirada nos lleva a las condiciones del día a día (con, en las peores situaciones, abusos y agresiones sexuales y abocamiento a la prostitución) de una serie de muchachas de desdichado origen socioeconómico y familiar que han terminado con sus huesos en un centro de acogida a menores, en especial de tres de ellas (maravillosas y espontáneas intérpretes no profesionales; enormes y malhadadas intensidades al borde del naufragio vivencial en cotidianidades duras y de nulos horizontes).
En el apartado de la competición española, las tres personas juzgadoras, de la agrupación Blogos de Oro, premiaron a La infiltrada (Arantxa Echevarría, 2024), que escenifica y pormenoriza la trayectoria de la agente de policía (Carolina Yuste presta a ella su certera desenvoltura) que se hizo pasar por militante de Eta (expuesto ello con vigor, acción y suspense) en la época de la lucha de las fuerzas del orden contra el terrorismo vasco independentista. Listamos el resto de las obras de la sección: As Neves (Sonia Méndez, 2024) (una cautivadora e inquietante peripecia con adolescentes y secuencialidad zrileresca y localización galaico-rural que indaga con aguda incisión en la desasosegante desaparición de una compañera de instituto), Salve María (Mar Coll, 2024) (la depresión postparto contemplada con los estilemas e imaginería de la cintas de horror), La virgen roja (Paula Ortiz, 2024), Soy Nevenka (Icíar Bollaín, 2024) (¡bravo, Bollaín, por tu apuesta para que no se olvide [y lo conozcan las nuevas generaciones] el caso de hace más de veinte años de la víctima del acosador alcalde que gobernaba entonces el municipio de Ponferrada, Ismael Álvarez Rodríguez!), Por donde pasa el silencio (Sandra Romero, 2024), el documental Marisol, llámame Pepa (Blanca Torres, 2024), Nina (Andrea Jaurrieta, 2024), Los destellos (Pilar Palomero, 2024) (la agonía y fallecimiento, con escasas palabras y matizados elementos sonoros y visuales, del personaje encarnado por Antonio de la Torre a los ojos de su ex y, muy en particular, de su hija) y Un lugar común (Celia Giraldo, 2024).
El jurado de la competición internacional lo constituyeron el periodista, comunicador y novelista hispano-venezolano Boris Izaguirre, la productora y productora ejecutiva hispano-uruguaya Mariela Besuiesky (propietaria de la fundamental empresa Tornasol) y la actriz y directora española Marta Nieto. Galardonaron a la rotunda e impactante película de Austria (huele a estupendo rendimiento en taquilla en los circuitos de las versiones subtituladas) titulada Mond (Luna, 2024), de Kurdwin Ayub: el cine de ese país alberga con portentoso brío una corriente que va del documental a la ficción y de la ficción al documental (hay múltiples grados en la hibridación: el máximo exponente de esa autóctona tendencia ha sido hasta el momento Ulrich Siedl, aquí productor), y con mimbres en tal línea Ayub nos brinda la historia (que acaba fatal) de una entrenadora deportiva que se desplaza a Jordania para ejercer de preparadora física a domicilio (choque anímico brutal) de tres hermanas de una pudiente familia (cuatro si contamos la que se halla inducidamente enferma y en forzado régimen de postración y reclusión absoluta) que en realidad se encuentran en un obligado encierro dictado por su hermano y probablemente por sus progenitores, al menos por el padre (¿a que la trama nos suena un montón a causa de que por noticias diversas nos hemos enterado de secuestros parecidos en árabes o musulmanes lares?). Adicionalmente, se otorgaron dos menciones en esta sección: a L'Homme d'argile (Anaïs Tellenne, Francia / Bélgica, 2023) (sensibilísimo retrato de un pobre hombre [magníficos rostro y figura los de Raphaël Thierry] que se ilusiona con una displicente pintora y escultora que lo utiliza como modelo para una estatua [valga el verbo utilizar en un doble sentido instrumental y emocional]) y a Horia, de la rumana Ana Maria Comanescu (Rumanía / Bulgaria / Serbia, 2023), película de carretera en la que acompañamos a un chavalete a punto de cumplir 18 años que busca a una imposible amada y a la par transita por una coyuntura de reconciliación con su padre.
Más películas de la sección competitiva internacional: Sujo (Astrid Romero y Fernanda Valadez, 2023, México / Estados Unidos / Francia) (las cineastas mexicanas prosiguen en la tierra a la que pertenecen con su reflexiva, lírica e implacable exploración allí de la violencia y de quienes delinquen, desgranando ahora la concreta evolución en ese sangriento caldo de cultivo de una desprotegida criatura tocada por un infausto destino a la que no dejamos de observar desde que es un bebé recién nacido hasta su desembarco en la universidad como alumno oyente), Bird (Reino Unido, 2024) (de la reputada Andrea Arnold y de inminente estreno en las salas españolas, que muestra las zozobras de una niña en la pubertad en el marco de una zona suburbial), Unmoored, de Caroline Ingvarsson (Suecia / Reino Unido / Polonia, 2023) (una exitosa presentadora de televisión descubre los siniestros reversos de su marido), Hunting Daze (Annick Blanc, Canadá, 2023) (alegoría con una joven incrustada en una pandilla de desaconsejables y machotes hombres entregados a la caza, componiéndose así una distopía de irregular planteamiento y desarrollo), Samia (Yasemin Samdereli, Italia / Alemania / Bélgica, 2024) (un revelador acercamiento, quizá un tanto esquemático aunque potente e imprescindible, a la frágil pero titánica atleta olímpica somalí Samia Yusuf Omar, quien, habiendo participado en los Juegos de 2008 en Pekín, pereció ahogada en el Mediterráneo en abril de 2012 cuando intentaba alcanzar la costa del Viejo Continente navegando en una precaria embarcación con más migrantes extraeuropeos), Vena (Chiara Fleischhacker, Alemania, 2024) (el complicado alumbramiento y semanas previas al mismo de una veinteañera embarazada e instalada en el pozo de las drogas, más como trapicheadora que como cosumidora) y Les Enfants perdus (Michèle Jacob, Bélgica, 2023), donde los miedos y otros trastornos psicológicos en la prole (dos nenas y dos nenes) de un núcleo familiar en el que el padre ha asesinado a la madre se plasman, con envidiable y sólida originalidad narrativa, a través de los tradicionales códigos en el celuloide de lo mistérico y fantaterrorífico.
La nación invitada en 2024 ha sido la del filme Mond, Austria, con la sección Focus Austria enseñando sugestivos tratamientos dramáticos gracias a la colaboración de la entidad Foro Cultural de esta centroeuropea república de lengua germana: la ciencia-ficción reflexiva y metafísica la ha aportado Rubikon (Magdalena Lauritsch, 2022) y el documental ha llegado de la mano de Trog (Ella Hochtleitner, 2022), el cual afronta un cruce entre la historia política y de la colectividad (las penetraciones del nazismo y el postnazismo) y unas cuantas trayectorias familiares e individuales; Mit einem Tiger schlafen (Durmiendo con un tigre, Anja Salomonowitz, 2024), con interesantes concepciones formales, traza una biografía de la pintora Maria Lassnig, y los registros amables y navideños pero no insulsos, tontorrones o almibarados estuvieron representados por Wie kommen wir da wieder raus? (¿Cómo salimos de esto?, Eva Spreitzhofer, 2023); visiones no comédicas de lo humano correspondieron a Gina (Ulrike Kofler, 2024), Wald (Bosque, Elisabeth Scharang, 2023) y Breaking the Ice (Rompiendo el hielo, Clara Stern, 2022).
La no competitiva sección llamada panorama internacional ofreció All We Imagine as Light (La luz que imaginamos, Francia / India / Países Bajos, Payal Kapadia, 2024) (intimismo indio de sugeridora y poética hondura con dos enfermeras de protagonistas), Rocco & Sjuul (Anna van der Heide, Países Bajos, 2023) (el amor y el sexo de una mujer de 70 años), Ahe Sard (Cold Sigh, Irán, Nahid Sehig, 2023) (en parajes desoladamente helados y con cortante sequedad y aspereza, un tenso y angustiante desplazarse juntos en camioneta de un progenitor y su masculino vástago después de que el primero haya salido de la cárcel tras su condena por matar a la que fue esposa de uno y madre de otro), Balomanía (Globomanía, Sissel Morell Dargis, España / Dinamarca, 2024) (documental centrado en la afición por construir globos gigantes, prohibidos por las autoridades, en las favelas brasileñas), la tunecina Mé el Aïn (¿A quién pertenezco?, Meryam Joobeur, Túnez / Francia / Canadá, 2024), la polaca Jezioro slone (Lago salado, Katarzina Roslaniec, 2022) (más sexualidad femenina después de la madurez o en la madurez avanzada), la china San gui qing shi (Nube en llamas, Siyi Liu, 2023), y, por último, otro argometraje chino (hongkonés en este caso), Fly Me to the Moon (Sasha Chuk, 2023), delicada ficción de desarraigo interior que cuenta el alejamiento y levísimo reencuentro entre una desanclada hija y su débil, desatendedor y toxicómano padre, cuyas bellas elipsis resultan tan elegantes como expresivos sus elocuentes silencios.
La actriz y luego igualmente directora clásica japonesa Kinuyo Tanaka (1910-1977) (lamentémonos, aun hoy, de la nipona exigüidad femenina en las labores fílmicas distintas de la actuación) ha merecido en Madrid Cine por Mujeres 2024 una retrospectiva que ha constado de cinco de las seis películas suyas (las firmó de 1953 a 1062) detrás de la cámara, entre ellas su obra maestra, de 1955, Chibusa yo eien nare (Pechos eternos, también en alguna ocasión llamada en España Que los senos sean eternos).
Hubo además (consúltese la total programación en https://www.festivalcinepormujeres.com/?view=category&id=233) sesiones especiales y de recuperación, actividades formativas paralelas, mesas de debate y coloquios con las realizadoras, exhibición en pantalla grande y de un tirón de la estupenda miniserie Querer (Alauda Ruiz de Azúa, España, 2020; la machista violencia de pareja no siempre consiste en golpes y porrazos), ciclos dedicados a jóvenes directoras y zonas geográficas (Francia, Alemania, México, otras partes de Latinoamérica), así como presencia de las películas (unas cuantas únicamente visibles por el sistema telemático y provenientes también de ediciones anteriores) en Filmin y en el canal Ocho Madrid. Para no abrumar a lectoras y lectores, aparcamos los comentarios en el presente párrafo (el carácter denso y requetecompletísimo del festival lo venimos atestiguado desde que comenzó años atrás), deseando a quienes se esfuerzan con denuedo en organizar Madrid Cine por Mujeres (el equipo rector lo encabezan Carlota Álvarez Basso y Diego Mas Trelles) un inagotable futuro, perseverando en su incuestionable calidad (casi imposible de rebasar) en 2025 y en los lustros venideros.